viernes, 10 de febrero de 2023

Mientras todo sea refugio favorito

Cuando él era niño le gustaba entrar en el armario y cerrar la puerta. Solía quedarse allí horas enteras y leer algún cómic mientras el tiempo parecía elástico. No importaba que la casa estuviera sola. Él igual se encerraba en su armario.
o se lo dice a ella, se lo dice a su niño interior: “Tranquilo, todo va a estar bien”. Tranquilos, todo va a estar bien.

Cuando ella era niña, se ponía sus medias más calientitas, se resguardaba bajo las mantas de su cama, se acurrucaba y encerraba su cabeza bajo la protección de sus audífonos. No importaba cuán mal la hubiera pasado en el colegio, la música era su escudo.

Ella lo sabe, sabe hoy que los libros son el escondite de él. Por eso, le regala libros qué él pueda subrayar y que con cada anotación al margen, sean cada vez más suyos.

Él lo sabe, sabe que la música es su cabaña frente al mar, por eso le regaló un ukulele, que es como una guitarra que quiso ser y no pudo. Así se siente ella, como que quiso ser un acorde y no pudo.

Hoy ya no son niños y no caben juntos en el armario. Por eso crearon para sí un refugio de amor bajo la almohada, un lugar donde caben ambos, donde se puede ser acorde, cabaña, mar.

Se regalaron ese rincón como un útero suave hecho de cobijas, en donde él le puede decir: “tranquila, aquí todo está bien”. En realidad, no se lo dice a ella, se lo dice a su niña interior: “Tranquila, todo va a estar bien”. En realidad, no se lo dice a ella, se lo dice a su niño interior: “Tranquilo, todo va a estar bien”. Tranquilos, todo va a estar bien.

Sebastián Martínez Duica




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