Grisel es mi nombre, sí Grisel, como la canción de Contursi. ¿Qué puedo decir de mí?, que tengo 32 años y trabajo desde hace unos tantos en la estación de servicio de la calle Córdoba. No me disgusta mi oficio, aunque para ser franca, mi pasión es bailar tango.
Cuando era chica, además de cantar con mi abuelo, escuchábamos sus tangos favoritos y me contaba anécdotas sobre las milongas y mientras tanto yo jugaba a bailar sola. Hay una milonga que me acompaña con algunos clásicos y algunos otros personajes en la vereda del frente de los que luego contaré.
Cuando era chica, además de cantar con mi abuelo, escuchábamos sus tangos favoritos y me contaba anécdotas sobre las milongas y mientras tanto yo jugaba a bailar sola. Hay una milonga que me acompaña con algunos clásicos y algunos otros personajes en la vereda del frente de los que luego contaré.
Hoy me toca trabajar. Es un sábado a la noche de primavera. Son las 9 y flota una brisa. Hipólito es un pibe de 25 años, estudiante de economía, tiene el cabello castaño y una nariz respingada que denota sus raíces turcas. Hablamos alguna vez, creo. No sé cuándo. Lo cierto es que Hipólito pasa seguido por la vereda ciertas madrugadas, a veces por el frente y otras por acá. Hoy viene con algunos tragos de más y ya son como las 9:30 de la noche. Entró hace 10 minutos a la milonga y los guardias del lugar lo sacaron de sus ropas como a una mosca. Fue gracioso. Me río sola aveces, me causa gracia ver algunas situaciones
desde lejos.
Hipolito siempre pasa serio y saluda con gesto educado. Ahora, afuera de la Milonga medio dormido sentado como en una meditación, está junto a Rayo láser: un linyera apodado así vaya a saber por qué. Nadie sabe. Un tipo achacado por el mal dormir y la vida dura, que vende flores robadas durante el día en la puerta de la milonga. No es para nada una acusación, él me lo contó una vez que vio pasar a Magda con flores yendo hacia el cementerio para llevárselas a su difunto esposo. Rayo Láser es un flaco desgarbado pero de cara medio redonda y cabello claro. Tiene unos 28 años y algunas veces se cruza para charlar conmigo. Me contó algunas cosas sobre su vida, y a veces se le suelta la lengua y cuenta alguna fábulas poco creíbles, pero me divierte así que le sigo el hilo de “sus vidas pasadas”, como yo le digo.
Magda, es la víctima de los robos de rayo láser y al mismo tiempo quien lo ayuda, es la jubilada que vive a dos edificios de la milonga y siempre viene a comprar acá a la Estación. Es una mujer muy simpática e inocente de pelo blanco y ojos color cielo, en los que de vez en cuando descubro su dolor por la soledad, casi igual que yo, cuando llego a casa cansada del trajín diario; o como Rayo Láser que vive en las calles, o Hipólito que la esconde detrás de algunas copas. “Es hora de irme a casa a dormir”, me ordeno suave mientras pienso en el cariño que les tengo a estos personajes que conviven conmigo. En la soledad de un tango triste. Por Florencia Abdala Ibañez
Magda, es la víctima de los robos de rayo láser y al mismo tiempo quien lo ayuda, es la jubilada que vive a dos edificios de la milonga y siempre viene a comprar acá a la Estación. Es una mujer muy simpática e inocente de pelo blanco y ojos color cielo, en los que de vez en cuando descubro su dolor por la soledad, casi igual que yo, cuando llego a casa cansada del trajín diario; o como Rayo Láser que vive en las calles, o Hipólito que la esconde detrás de algunas copas. “Es hora de irme a casa a dormir”, me ordeno suave mientras pienso en el cariño que les tengo a estos personajes que conviven conmigo. En la soledad de un tango triste. Por Florencia Abdala Ibañez
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