
Ver la lluvia caer
desde el ojo de un pez
bajo el agua.
Escuchar,
el rumor de las gotas
sobre el espejo del lago,
su agónico grito
cuando se acaban
por disolver.
Mirar,
desde el ojo de un pez
la existencia misma,
y creer que el universo todo es de agua,
y de agua es el dios que lo ilumina,
ese escudo de luz que siempre asoma
al mediodía.
Si toda su existencia es bajo el agua
¿cómo puede el pez saber
que hay más arriba?
Lo mismo el hombre
como el ojo de un pez,
desde su propio ombligo
ve la vida.
Por Valeria Gorlero
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