
Había iconos sí: Eva Perón era una, pero tal vez se la veía como una mujer superior y no como un modelo a seguir en cuestiones matrimoniales y/o domésticas. Era Eva. Bien arriba e inalcanzable.
Mamá me trajo al mundo soltera, y le costó en su familia, sobre todo en la relación con mi abuelo.
Mi abuela se casó a los 15 años con su primer novio y tuvo 10 hijos, y al revés de los deseos de mi abuelo, 7 de ellas fueron mujeres.
Me crié en esa casa, donde el abuelo Benjamin, trabajaba y la abuela Ema, se dedicaba a la casa.
En ese tiempo mamá trabajaba así es que la abuela siguió criando hijo y nieta, su hijo menor de 14 años y a mí.
Recuerdo que el hombre de la casa decidía todo. La hora de almorzar, la manera de cocinar, a qué hora se tomaba el mate y a qué hora se cenaba. Sus reglas se cumplían a rajatabla, también vale decir que el hombre de la casa, era quien comía la carne en los platos que se cocinaban.
Un día le pregunté a mamá porqué papá comía carne mientras nosotras solo si sobraba. Recuerdo su gesto serio y la respuesta: "porque es el que trabaja de la casa y tiene que alimentarse bien".
Recuerdo a la abuela acarreando mate por todo el patio por detrás del abuelo que mientras regaba, y cuando ella se distraía con alguna planta que florecía o algún frutal que coloreaba, él tiraba el mate por el lugar que estaba. Si tenía ganas y no estaba muy enojado, la abuela volvía a prepararlo
Fui a la escuela pública del barrio y ahí casi no había hombres adultos, pero si el Director, quien dirigía a las docentes como soldadites.
Mamá se casó y nos fuimos a vivir con Papá a otra casa. Vinieron mis hermanas, después.
Papá era igual. No zafé del patriarcado. Mamá cocinaba, nos cuidaba, lavaba, planchaba, limpiaba.
Nos mudamos a Buenos Aires y ahí ya fui creciendo, y dándome cuenta que algo no estaba bien. O al menos no para mí.
¿Porque mamá no trabajaba? Algunas madres de mis compañeras lo hacían. ¿Por qué si la maestra trabaja y era mujer mamá no podía hacerlo?, omití decir que mamá no usaba pantalones ni pelo corto, la abuela tampoco.
Preguntas que quedaron sin respuesta. No investigaba mucho, creo que así me criaron y estaba bien.
A los 13 años le pregunté a mi papá si podía trabajar. Me dijo que no. Nosotras teníamos que ayudar a mamá -sobre todo yo que era la mayor y había 4 más chicas- e ir a la escuela.
Le dije que podía hacer todo eso pero que además iba a trabajar. Me sentía con ganas de hacerlo, creo que necesitaba tener disponibilidad de mi dinero pero además salir de ese lugar de MUJER que papá y el abuelo tenían en su pensamiento. El modelo a seguir que se me imponía.
Trabajé de niñera, pero papá no se enteró, porque lo hacía en la hora en la que él trabajaba.
Sentí que tenía autonomía, que era más adulta, aunque no lo era, y me dije no voy a cumplir con esto de ser ama de casa y nada más.
Creo que en algún punto, no veía la felicidad de mamá y la abuela. Tenían otra manera de ser felices.
Pero yo estaba interesada en comprar ropa o calzado que me guste, ir a la matinée, pagar la biblioteca del pueblo, porque me encantaba leer y mis amigas eran socias, y no quería depender de papá, que por otro lado sabía me iba a decir que no.
Fui viendo con el correr del tiempo qué lugar ocupa la mujer.
Estudié siempre y compartí con otras chicas y después mujeres. Vi que ser mujer no se limitaba a las 4 paredes de la casa.
A los veintiún años me casé y tuve dos hijas: Milena, primer hija, malcriada, cariñosa y mimosa, primer nieta en mi familia, primer sobrina; cuarta en la casa de su papa. Siempre dependió de mamá y papá, tuvo una infancia feliz, le gustaba jugar con muñecas y vestirse de princesa. Nunca le gustó ir a la escuela, pero sí bailar.
Ocho años más tarde llego Tiziana, y tuvimos la sensación como si por primera vez éramos papas. Fue casi un volver a empezar. Tiziana a diferencia de su hermana, fue muy independiente de chiquita. Tenía y tiene una personalidad muy marcada. Hoy tiene 14 años, y tiene convicciones firmes: le gusta la escuela, leer, informarse. Es de las dos, la transgresora.
Me gusta escucharlas debatir sobre el feminismo, sobre el aborto. Tiziana está muy firme en su postura a favor del aborto y alguna corriente feminista. Tiene anudados a su mochila un pañuelo verde y uno naranja, que luce orgullosa vaya a donde vaya.
Milena en cambio no comparte sus ideas, y lleva el pañuelo celeste.
Por mi parte, creo que en mi quedó muy marcada esa primera etapa y viví muchos años sometida a las disposiciones de un hombre. Aunque ahora sé como son las cosas, sigo sin poder manejarlas.
No fui rebelde, por el contrario, cumplí siempre con las expectativas del abuelo, papá y después mi marido.
Mi hija menor, me enseña todos los días cosas que nunca antes me había planteado. Hace unos días tomábamos mates y Tizy me preguntó :
- Mamá ¿vos sabes que hay distintas corrientes de feminismo?,
- No hija, la verdad que no- Contesté, y entonces me explicó
- No hija, la verdad que no- Contesté, y entonces me explicó
- Existen ramas del feminismo, por ejemplo una Radical y una Liberal.
Fue así que comenzó a darme una mini clase de Feminismo, contándome también que se agrupaba con chicas de distintas edades a charlar de estos temas, y que ella tenía su propia visión.
No puedo decir que soy feminista, porque no estudié nunca acerca del tema, creo que estoy ensayando ahora junto con mi hija. Pero pude darme cuenta que existe una igualdad entre hombres y mujeres que limitan ese patriarcado en el cual me crié.
Mamá no me explicó nada de sexo. Lo aprendí sola. Mamá no me enseñó que la mujer puede trabajar y también ser sostén de hogar. Lo aprendí sola. Mamá y la abuela me dijeron que el casamiento era para toda la vida pase lo que pase, que al marido se lo respetaba. No es así y lo aprendí sola. Mamá tampoco me incentivó a estudiar y tener un título. Lo hice sola. Aunque a esta altura, mamá también está aprendiendo como yo.
Veo con alegría el empoderamiento de la mujer en estas épocas, y cómo se plantan radicalmente ante situaciones concretas. El cambio de paradigma no me fue tan difícil de entender, será tal vez que en mi inconsciente siempre supe que algo no estaba bien.
Pero estoy aprendiendo. Las cosas quedaron enraizadas en mí, desde que nací. Nací como resultado de un acto de rebeldía imperdonable en esas épocas, ser madre soltera no habrá sido muy fácil.
Son las 5 de la tarde y camino por las calles del pueblo al lado de mi hija. Pienso en la distancia enorme que hay entre ella y yo a esa edad. A los 14 yo pedía permiso para comprar una revista de música y actores, ella usa su pañuelo verde, se reúne con chicas a hablar de feminismo y sus corrientes, y me alegro, me causa gracia. Al fin y al cabo, mi hija irá a enseñarme la otra orilla de lo que la abuela y mamá me mostraron del mundo de la mujer.
Por Romina Silva
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