sábado, 25 de mayo de 2019

Oda al lápiz

De mis primeros trazos, el actor necesario esos que para mí eran obra de arte y para el resto garabatos. Te supiste camuflar según quién te tuviera entre sus manos. Sos chato y colorado para el viejo carpintero, que en su oreja te coloca para agarrarte ligero. Algunas veces camaleón, y te volves claro y duro sin que nadie lo note, Pero la B te transforma en un negro más que blando, cuando te usa el artista en sus bocetos de sangre. Te disfrazas de colores y vas pintando la vida, haces cielos luminosos aunque afuera haya llovido. Nunca manchaste mi ropa como tantas lapiceras y si un error me mandaba, te bancabas el exilio al que yo te sometía, frotándote con firmeza, con una miga de pan que hallaba sobre la mesa. Pasa el tiempo y yo acorto tu vida con un arma de dos filos, y respiras blando casi sin quejarte, (aunque quedes pequeñito y gris), escribís frases aún sobre las hojas vacías, con la esperanza, que tu carbón se convierta en poesía.

Por Fabian Capponi

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